martes, febrero 28, 2006

Absurdos te da la vida

La vida está llena de incoherencias. Y para muestra un botón: hace unos días me topé con la oferta de un vuelo redondo Monterrey-Toluca (impuestos incluidos) en 500 pesos. Lo triste del asunto es que el taxi de ida y vuelta sale en 400 pesos, que Mexicana sigue vendiendo boletos que rondan los 5,000 pesos y que no existe en Monterrey un servicio de transporte urbano exclusivo para llegar de manera cómoda y segura al aeropuerto.

Según una estadística que leí hace unos meses, resulta que más del 60% de los autobuses en Monterrey se dirige al centro de la ciudad a pesar de que sólo un 30% de los usuarios tiene ese destino final. Ilógico, ¿no le parece? Y esto sin tomar en cuenta que no hay ni un solo mapa de rutas del transporte público en el portal electrónico del Gobierno de Monterrey, siendo ésta la tercera ciudad más importante en México.

Claro que para muestras de incongruencia tenemos las declaraciones de nuestro saleroso presidente, quien ahora anda por la vida diciendo que “vomita la demagogia”. ¿Acaso ya se le olvidó cómo se las gastaba cuando aún era candidato a la presidencia de México? ¡Qué poca memoria! Me sorprende la vehemencia con la que afirma que no han aumentado los tiempos al aire de los spots del Gobierno Federal mientras que los número oficiales nos muestran que durante el 2005 se transmitieron más de 16 mil horas de spots en radio y televisión.

Los oligopolios tampoco se quedan atrás cuando de aberraciones se trata. Dígame usted si no es irracional que Tv Azteca se atreva a lanzar al aire la señal de Canal 40 cuando todavía hay un litigio en pleno proceso y que la Secretaría de Comunicaciones y Transportes brille por su parcialidad.

Por otro lado, está Televisa, que no quita el dedo del renglón para imponer su versión de la Ley de Radio y Televisión, cuando lo ideal sería acabar con las grandes concentraciones de poder que ostentan los monstruos de las comunicaciones en este país.

En este sentido, me parece totalmente inadmisible que Telmex siga abusando de su posición con sus cobros estratosféricos cuando hoy en día existen servicios como el de Skype, con el que podemos hacer llamadas nacionales e internacionales sin costo alguno.

Pero así es el mundo de lo absurdo. Es un lugar donde las niñas ricas como Paris Hilton pueden pedir el piso entero de un ostentoso hotel y autos de lujo, mientras que mineros de Coahuila mueren a causa de un trabajo que no les brinda ni siquiera el salario mínimo.
- Amaya

martes, febrero 21, 2006

La venganza de Kamel Nacif

“La venganza es una sopa que se toma fría y no caliente caballero”. Así le decía Kamel Nacif a su amigo francés en uno de los momentos más reveladores de las conversaciones telefónicas que se han difundido en gran parte de los medios de comunicación en relación al explosivo caso de la periodista Lydia Cacho. Así lo expresó el rey de la mezclilla, regodeándose como el peor de los sádicos de su gran venganza. El objetivo era que Lydia Cacho pagara por lo que le había hecho. Que sufriera. Que lamentara haber mencionado su nombre en el libro que publicó y en otros medios de comunicación. Y para ello, le mandó a las locas y a las tortilleras en un intento bastante reprochable de hacerla pasar por la peor humillación y la peor de sus pesadillas…

Olvidémonos por un breve instante de la naturaleza oscura de los acontecimientos; del espionaje telefónico; de los aprietos por los que está pasando el Gober precioso y la Puebla revolucionaria; de las bellísimas botellas de coñac; del lenguaje soez del empresario; de la red de tráfico y pornografía infantil; y de los personajes involucrados en esta historia que bien podría encontrarse en cartelera. No es que estos asuntos no sean importantes, al contrario, hay que abordarlos con seriedad y compromiso si queremos que este país funcione. El asunto, sin duda, presenta varias aristas. Sin embargo, en esta ocasión me interesa analizar, aunque sea someramente, el aspecto psicológico del caso.

Dice el reconocido psicólogo alemán Erich Fromm que la venganza es una de las diferentes formas de violencia que existen en el ser humano. Según esta tesis, la venganza se da tanto en sociedades primitivas como en las civilizadas, pero se presenta en diferentes niveles según el grado de madurez del individuo. En este sentido, el individuo que vive productivamente no siente la necesidad de la venganza, o por lo menos, la siente muy poco.

Según Fromm, las experiencias clínicas demuestran que las personas maduras y productivas son menos impulsadas por el deseo de venganza que las personas neuróticas que encuentran dificultades para vivir independientemente y con plenitud. ¿Será este el caso del empresario Kamel Nacif? Podría ser… En todo caso, me parece que el rencor que se percibe en las conversaciones no es casual. La misoginia y la arrogancia tampoco lo son.

Lo trágico del asunto es que Kamel Nacif no es una excepción a la regla. Considerando la forma en que se dieron los hechos, me doy cuenta que, lamentablemente, todo esto forma parte de un fenómeno más grande en el que se encuentra inserto el mundo de la política, del narcotráfico, de la delincuencia y otros sectores de la sociedad en general, en mayor o menor grado. Todos estos círculos generan violencia por actitudes cesaristas, por frustraciones, por desquites, por egoísmos…

Cabe señalar, que a diferencia de la violencia reactiva (aquélla en la que se ve amenazada la vida y se actúa en defensa propia), en la violencia vengativa el “daño” ya ha sido hecho, por lo tanto la violencia no tiene una función defensiva, por lo que es irracional y puede rayar incluso en lo patológico. Esto es, la venganza no sirve para nada, sino para perpetuar un círculo de violencia inútil. Habrá quienes la justifiquen para defender la dignidad. Pero yo creo que si hay algo más opuesto a la dignidad, ese algo es la violencia.

Como diría Fromm, somos seres humanos, con errores y con aciertos. Pero si nuestro objetivo en la vida es trascender y ser individuos íntegros, entonces el camino es el de la maduración, de la reflexión, de la productividad, del humanismo. Los individuos autónomos, comprometidos con la sociedad y con una conciencia plena de sus acciones, no pierden el tiempo en hacer que los demás paguen por lo que les pasa. En cambio, se concentran en seguir adelante. Y esto significa evitar depositar las frustraciones en los demás y formar una espiral de confrontaciones sin sentido.
- Amaya

miércoles, febrero 15, 2006

El imperio de las flacas

¡Vaya que son rígidos los parámetros de belleza para las mujeres! No sólo tenemos que ser flacas, también tenemos que ser rubias, altas y de cabello lacio, con perfil griego, con curvas que marquen 90-60-90, dientes ultra blancos, que no nos brille la cara, que estemos siempre a la moda, que no tengamos arrugas…. Que seamos ¡perfectas!

Si en la realidad podemos observar mujeres de todos los tamaños, formas y colores, ¿por qué no sucede así en los medios? ¿Por qué ese afán de parecerse a Lindsay Lohan, a Paris Hilton o a las chavas de Rebelde? ¿De dónde viene todo esto? ¿Quién dijo que tenemos que seguir un patrón determinado de belleza?

Las respuestas de estas preguntas las obtuve después de haber leído un estudio que demuestra que la exposición constante de imágenes de mujeres bellas y delgadas en revistas como Vogue y Cosmopolitan produce el anhelo constante de responder a ese ideal de belleza, el cual puede conducir a enfermedades como la anorexia o la bulimia y, en casos extremos, a la muerte, como lo han demostrado otros estudios similares.

¿Esto quiere decir que las imágenes son más fuertes de lo que se pensaba y que ese poder de seducción nos conduce a cambiar ciertos comportamientos? ¿O es que tal vez las mujeres sucumbimos demasiado fácil a lo que nos dicta el mundo autoritario de la moda?

Y es que el hecho de subir de peso se ha convertido en una de las principales fobias de nuestra época, particularmente entre las mujeres jóvenes. Aquí mismo en Monterrey, no hace falta ir muy lejos para observar que las jovencitas de todos los niveles sociales desean tener cuerpos que van en contra de la naturaleza.

Lo que me parece verdaderamente delicado es que en esta eterna batalla campal contra la báscula se utilizan todos los recursos imaginables, desde el ejercicio y las dietas, hasta la hipnosis y la liposucción, sin mencionar algunos métodos que rebasan los límites de la cordura. Me queda claro que tanto los desórdenes alimenticios como el rechazo hacia nuestro cuerpo, forman parte de una problemática que se ha extendido poco a poco en nuestra sociedad.

Según los especialistas, algunos de los aspectos que contribuyen a la generación de una baja autoestima, así como a la aparición de desórdenes alimenticios y al deseo de adelgazar a cualquier precio, son los factores genéticos, las características psicológicas, el ambiente familiar, el contexto social y la influencia de los medios de comunicación masiva.

Dejando a un lado el factor genético, lo interesante de todo esto es que la presión que siente una mujer para adelgazar no sólo es comunicada de forma directa por la influencia de familiares o amigos, sino que también se percibe a través de los medios, independientemente de su existencia real.

Esto significa que una mujer puede estar perfectamente consciente que los cuerpos que muestran las modelos en las revistas de moda no corresponden a parámetros normales y que son irreales, pero también intuye que otras mujeres -y hombres- sí son influenciados por esas imágenes y en ese caso no le queda más remedio que adoptar el mismo patrón, sintiéndose anormal e inferior al compararse con las imágenes de los medios.

Por ello, tal vez resulte conveniente identificar todas aquellas imágenes que promueven patrones de belleza específicos y que no dan paso a la diversidad. Puede ser que con el intercambio de opiniones acerca de este fenómeno, las personas estén más concientes que otros miembros de la sociedad comparten las mismas críticas. Tenemos que exigir a los medios que cambien en ese aspecto.

En este sentido, aplaudo el esfuerzo de la empresa Unilever por lanzar su nueva campaña publicitaria “Belleza Real” de la marca Dove, donde se muestran imágenes de mujeres que corresponden más a la realidad. Me encantaría que otras compañías siguieran el ejemplo de Unilever y dejen atrás esas imágenes de mujeres perfectas que no reflejan la pluralidad del mundo en el que vivimos.
- Amaya

Confieso que he pecado


Hoy en día los pecados capitales ya no son lo que solían ser en épocas pasadas. Soberbia, avaricia, gula, ira, lujuria, pereza y envidia se han ido transformando, pasando por momentos de estigmatización social hasta convertirse en algo normal e, incluso, en grandes virtudes.

Tomemos, por ejemplo, el caso de los centros comerciales, de los antros y hasta de las escuelas. Estos lugares bien podrían ser los nuevos focos concentradores de toda la envidia que se genera en Monterrey. Todos los días podemos ver un colorido desfile de chicas y chicos que muestran lo mejor de su guardarropa y se exhiben como en las grandes pasarelas de moda internacional pidiendo casi a gritos que todos los vean y los envidien.

¡Y qué decir de la pereza! Me parece inconcebible que en pleno siglo XXI la gente siga tirando la basura en la calle sin ningún empacho simplemente porque le da flojera acercarse al bote de basura. Ya no hablemos ni siquiera del tradicional “san lunes”, que es el colmo del rechazo a las actividades laborales.

Siguiendo con las cuestiones de pereza, hay que decir que esa falta de motivación para hacer las cosas puede rebasar límites insospechables. Basta mirar a la gente que se niega a leer una buena novela o que renuncia inclusive a ser solidario con los demás.

Ah, ¿pero qué me dicen de la lujuria? “El sexo es poder, ¡fuera tabúes!”, es el nuevo grito de guerra de diversas empresas que se aprovechan del lucrativo mercado que representa el sexo. ¿Quién va a criticar a Victoria’s Secret por ofrecer sus provocativos modelitos? Bien parece que aplaudir a la lujuria es lo de hoy y quien no lo hace es inmediatamente etiquetado de mocho.

Y así, podría seguir enumerando cada uno de estos pecados que permitimos de vez en vez para darle “alegría” a nuestras vidas.

Todo esto viene al caso porque me encontré con un libro que invita a pensar en estos temas tan humanos. En el libro, “Los siete pecados capitales”, el escritor español Fernando Savater sostiene una amena charla con el mismísimo Lucifer y nos ofrece una reflexión particularmente lúcida sobre la presencia de los pecados en nuestra vida cotidiana.

Me parece una propuesta bastante pertinente si tomamos en cuenta las numerosas y constantes críticas provenientes de personas moralizadoras que pregonan la búsqueda de la perfección ética y moral en el ser humano. No puedo dejar de pensar que este tipo de discurso a veces raya en lo obtuso, pero hay quienes se aferran todavía a él.

Por eso creo que a los pecados hay que darles su justo valor. Dice Savater que lo peor sería caer en la tentación del individuo perfecto que va por la vida como un autómata y me parece que tiene toda la razón. ¡Qué aburridos seríamos si no cometiéramos de vez en cuando uno que otro pecadillo! Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre...

Sin embargo, no quiero desaprovechar la oportunidad para expresar lo que verdaderamente llamó mi atención del libro de Savater. Me refiero particularmente a una nueva ola de pecados que arriban en esta época marcada por la posmodernidad. Y es ahí donde creo que tenemos que detenernos y hacer un análisis más profundo acerca de algunas cuestiones que a veces pasan inadvertidas pero que pueden resultar más nocivas que cualquiera de los pecados tradicionales.

En la sociedad regiomontana, por ejemplo, se tacha de inmoral a aquellos que viven en unión libre, pero nadie critica a quien el sufrimiento humano le es indiferente.

La falta de autocrítica, el consumismo, la destrucción de los ecosistemas, las guerras, el egoísmo, la corrupción y la falta de sentido común, entre otras cosas, son algunos de los nuevos pecados que nos azotan en la actualidad.

Finalmente, yo me quedo con la visión de Mahatma Gandhi, quien consideraba como pecados la riqueza sin trabajo, el placer sin conciencia, el conocimiento sin carácter, el comercio sin moral, la ciencia sin humanidad, el culto sin sacrificio y la política sin principios.

- Amaya