martes, septiembre 12, 2006

Extraña locura

Vagaba por el mundo frío y frívolo. Le decían loco y se lo llegó a creer. Rechazaba las modas y los clichés. Se negaba a comer en McDonalds. Caminaba hacia atrás. No porque fuera raro, sino porque le gustaban los retos. ¿Qué más da? Algunos coleccionan dinero y empresas... algunos otros caminan hacia atrás... Cada quien con sus manías. Pensaba que era mejor un cielo naranja que un aburrido azul despejado. Solía tomar un expresso sólo para teñir su lengua de color café...
En su mochila llevaba siempre una flor de papel y le tenía más fe que a un rosario bendito. Sus bolsillos los llenaba de pasto para recordar el olor de la tierra y no olvidar que seguía vivo. Aunque, ¿quién sabe? Tal vez en los mundos de Dante pudiera toparse con un jardín. Despreciaba a los maestros. Estaba seguro que no sabían nada, que sus palabras estaban desprovistas de sentido común. Sí, ese sentido que te indica que a la hora de comer debes buscar algo para llenar la barriga. O tal vez eso no sea sentido común, sino hambre vulgar. Los niños le caían bien con todas esas preguntas que hacen, porque eran las mismas que él tenía en mente, pero a su edad ya nadie las preguntaba...
Si iba al cine, cerraba los ojos, lo imaginaba todo y redescubría el mundo. Si escuchaba música, entonces observaba a la gente y adivinaba qué canción le iba a cada quien. Era un trovador. Pero de esos que cantan sobre las perlas de río. ¿Existen esos trovadores? ¿O sólo puede llamarse trovador a aquel que ostenta el aire de un inteligente poeta con sus frases rebuscadas que no riman jamás? No lo sé, ¡pero de que era un trovador, era un trovador!
La vida le parecía un libro donde tenía que escribir sus pasos. Si en algún momento se le olvidaba comentar algo, sentía que era un rompecabezas incompleto. Y así lo soñó un día... Y despertó en un manicomio. Y salió de ahí hasta que se acostumbró a caminar hacia adelante, a ahorrar, a comer hamburguesas y dejar de cantar esa tonta canción de las perlas de río.
Le prohibieron el café. Le abrían los ojos en el cine. Tiraron a la basura su flor de papel. Pusieron un pañuelo en su bolsillo y se olvidó del pasto. Pronto enfermó... Lucía demacrado... Se le borró de la mente su cielo naranja... y murió cuando se le olvidaron todas esas preguntas de niño...
- Amaya

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