Nunca me había preguntado cómo sería mi muerte. Pero ese día me dio terror al pensar que estaba sola en el preciso momento que sentí la sacudida.
Un temblor. Ni el más fuerte ni el único. Pero sí el que más me ha impactado. Mis gritos eran como los de un sordo. Nadie respondía al pánico que sentía. Lloré porque en un segundo la ira que había sentido anteriormente se transformó en una imperiosa necesidad de pedir perdón.
Nunca he temido a la muerte. Mi postura ante ella es más bien de curiosidad. Pero esa noche, cuando su posibilidad pasó por mi mente, simplemente me aterrorizó. Aun hay tantas cosas que están pendientes.
Un temblor que desata un huracán de preguntas, muchas de ellas sin respuestas. Un temblor que te hace sentir lo pequeño que en realidad eres. Un temblor que hace que pida perdón...
- Amaya