"¿Me va a encantar?"

Un día antes de irnos a Coatza a la boda de Mayra y Paul, Aleks y yo teníamos que hacer la maleta. Caray. Cómo explicarles. La misma escena de siempre: Aleks me atormenta sacando el maletón, poniéndolo en la cama y acomodando inmediatamente lo que va a llevar, atentando contra mi espacio vital. Yo, con el ánimo de quien no quiere levantar el dedo chiquito de la cama y sabe (porque ya lo ha hecho mil veces), que la adrenalina del día siguiente es el mejor remedio para tener la maleta lista en menos de 10 minutos.

Ah, pero esta vez Aleks ignora (o pretende ignorar) mi sublime pereza y me exige sin tapujo alguno que la maleta quede lista esa misma noche. Yo me niego rotundamente a intentar siquiera imaginar qué ropa llevar. ¿Por qué me martiriza así?

La discusión se intensifica. Mi berrinche también. Señores, ¡esta es la verdadera lucha de poder y no chingaderas!

Entonces, de la nada, Aleks cambia de estrategia. Ahora intenta sobornarme. Hace como que saca algo de su mochila y me dice con una sonrisa: "Si aceptas hace la maleta ahorita, te voy a dar un regalo". Lo miro con desconfiaza. Pienso que está blofeando y se lo digo. El me jura que no es una trampa. Yo estoy segura que me va a salir con un chicle o una pluma que dice Unilever. Me asegura que no. Le lanzo una ráfaga de preguntas: "¿Está chido?", "¿me va a gustar?"... Rectifico: "¿Me va a encantar?".

"Te va a encantar", me dice.

Entonces, acepto. Cerramos el trato. Nos damos la mano y yo prometo hacer la maleta a cambio de mi regalo que "me va a encantar". Aun temerosa pero con los ojos bien abiertos casi me vuelvo loca de la alegría y empiezo a saltar por todo el cuarto cuando me entrega un par de boletos para el concierto de Timbiriche.

"Te dije que te iba a encantar burrita"...

Le di muchos besos...

Y sí... Me puse a hacer la maleta.

- Amaya