Surcos que deja el paso del tiempo en sus rostros. Piel curtida motivo de prejuicios y desdenes en una tierra de la que fueron los dueños absolutos hasta que soldados de hierro provenientes del mar, con fuego en los brazos y fieras extrañas, los convirtieron en seres sin alma relegados a la esclavitud.
Su destino ha sido trágico. Sin héroes que los protejan. Dioses reemplazados. Templos destruídos. Hijos bastardos. El honor pisoteado...
Ahora sobreviven, apenas, vendiendo artesanías y mostrando la danza que heredaron de sus ancestros. Con sus trajes de manta. Con sus manos rasposas, sus uñas encarnadas y los pies que añoran la tierra que habitaron hace 2,000 años. Son los más pobres de los pobres. Invisibles a los ojos del Estado. Invisibles a los ojos de todos...
- Amaya
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