Un día quedé con Iván y Mariana de vernos en el South para botanear algo y echar el chal a gusto. Todo tranquilo.
El Iván pasó por mí. Le pregunté por Mariana y me dijo que ella nos iba a alcanzar ahí en el restaurante porque estaba en la maestría.
Así que llegamos al lugar y pedimos unas chelitas mientras veíamos la carta. Yo veía que el Iván no se decidía por nada y entonces le pregunté si pedíamos unas cascaritas de papa en lo que llegaba Mariana y me dijo que sí.
¡Perfecto!
- Joven, unas cascaritas de papa, por favor...
Ahí estábamos plátique y plátique y yo veía al Iván medio nerviosón. Como que volteaba para todos lados y parecía que le picaba la cola. Me imaginé que era porque Mariana todavía no se aparecía...
Pasaron 15 minutos, 20 minutos, 30 minutos, 40 minutos y el mesero ni sus luces con nuestras cascaritas de papa.
Volteo a ver al Iván y me pareció que hasta le sudaba la frente.
En eso... Todo en cámara lenta, veo que el mesero se acerca poco a poco a la mesa. Iván abre los ojos complacido. Volteo hacia la calle y veo que Mariana está llegando al restaurante. Mariana ve que el mesero pone las cascaritas de papa sobre la mesa. Iván se da cuenta que Mariana está siguiendo toda la escena. Yo agarro una cascarita de papa. Iván está a punto de hacer lo mismo cuando Mariana se lanza a la mesa, le quita la botana de la mano y grita:
- ¡Iváaaaan! ¡No puedes comer eso! ¡Acuérdate que estás a dieta!
Y entonces lo comprendí todo.
Pobre Iván, Mariana llegó antes que las cascaritas de papa y tuvo que pedir una ensalada de lechuga mientras me veía cómo me zampaba alegremente la botana.
- Amaya
3 comentarios:
Jajaja, sip. A veces así pasa y a veces decimos el clásico: Solo por hoy remperé mi dieta. Jejeje
jajajaja amayis tienes la hermosa cualidad de hacer imaginables tus relatossss
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