Según la opinión de algunos analistas, la posibilidad de un descalabro económico en nuestro país para el 2006 queda descartada. Sin embargo, dichos vaticinios aún están por verse, ya que cualquier tropiezo podría provocar daños en la economía familiar, actualmente presionada por endeudamientos de todo tipo.
A pesar de que existe cierto nerviosismo por las elecciones, para el 2006 se pronostica un crecimiento del PIB alrededor del 3.0% y se augura un buen desempeño de la actividad productiva en general.
Siguiendo en esta misma línea de optimismo, hace apenas unos días se divulgó el dato del más bajo nivel inflacionario anual que ha logrado México desde 1970, noticia que seguramente ha suscitado regocijo en los selectos círculos tecnócratas de nuestro país y en todos aquellos mexicanos que, con fervor guadalupano, ruegan que los precios no aumenten más que sus salarios.
Es cierto, la economía nacional presenta cifras macroeconómicas que muchos países envidiarían. Pero ojo, esta aparente estabilidad económica ha traído consigo efectos perversos, sobre todo en las finanzas personales.
El ambiente se ha vuelto propicio para que el ciudadano común no lo piense dos veces y tramite no una, sino varias tarjetas de crédito; para que obtenga préstamos a diestra y siniestra; para que adquiera un crédito hipotecario o un automóvil en cómodas mensualidades; para que compre ropa y aparatos electrónicos con las fabulosas promociones de las tiendas departamentales; y, en general, para que consiga endeudarse hasta el cuello.
La proliferación de instrumentos crediticios es impresionante. Según datos de la Asociación de Bancos de México, en este último año fueron otorgados por la banca préstamos por más de 180 mil millones de pesos, de los cuales 83 mil millones fueron destinados solamente a créditos al consumo, con un aumento en octubre a una tasa anual de 48%. Por otro lado, también se ha visto un aumento creciente del crédito hipotecario, el cual alcanzó en el mes de octubre una tasa anual de 57%.
Sin embargo, no todos los tipos de crédito han crecido de la misma manera: el financiamiento destinado a las empresas -particularmente pequeñas y medianas- ha reportado una menor actividad. Esto significa que los mexicanos estamos pidiendo más préstamos para comprar bienes de consumo medio, que para reinvertir en nuestras empresas y mejorar la productividad de las mismas.
La época navideña desmejora todavía más esta situación. Compras precipitadas por doquier. Aguinaldos condenados a desaparecer aún antes de ser entregados al trabajador. Gastos excesivos. Endeudamientos. Sólo basta con visitar cualquier centro comercial para darse cuenta de la cantidad de personas que, poseídas por el frenesí de las compras navideñas, caen en la tentación de gastar dinero que no tienen.
Hoy en día tenemos en México cerca de 50 millones de tarjetas de crédito, es decir que, en promedio, uno de cada dos mexicanos cuenta con una de ellas. Según datos del Banco de México, el crédito otorgado a través de las tarjetas de crédito en octubre pasado fue de 129 mil millones de pesos. La plastificación de la economía es evidente y esto podría representar un riesgo para las finanzas personales si tomamos en cuenta que los intereses de los préstamos de las tarjetas de crédito pueden llegar a ser hasta 5 veces más altos que los rendimientos generados por el ahorro bancario.
Lo más alarmante es que a pesar del aumento de la oferta de créditos, éstos no han presentado disminuciones significativas en sus costos, por lo que los consumidores se verán forzados a pagar el alto precio de las distorsiones del mercado financiero.
Ante esa situación y sin pretender opacar la alegría propia de esta época, lo único que me queda es hacer un llamado a la prudencia y al buen juicio de los consumidores. Después de todo, ya hemos pasado por épocas similares y conocemos las consecuencias del endeudamiento irracional.
- Amaya
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