miércoles, junio 21, 2006

Monterrey

Estoy a 35 horas de dejar Monterrey. Llegué aquí en el verano de 1997 y no puedo evitar sentir nostalgia después de todo lo que viví en esta ciudad. No es la primera vez que siento esto. También me sentí así cuando dejé Guadalajara, cuando dejé Coatzacoalcos, cuando dejé Toulouse, y hasta cuando dejé Montreal... No sólo es incertidumbre o miedo al cambio. Muchas veces, como ahora, tuve la certeza que lo que venía era algo bueno. Es más que eso. Es la tristeza de separarse de un lugar que fue fértil en amistades, anécdotas, amor, madurez, conocimientos, alegrías, éxitos. Esto no significa que no haya vivido cosas difíciles, pero definitivamente puedo decir que el balance es positivo.
Soy un mar de emociones. Me sorprende la facilidad con la que puedo pasar de las lágrimas a las risas... No resisto ver mi cuarto semi vacío con las maletas casi listas y todos esos libros empacados. Pero al mismo tiempo me alegro al pensar que pronto estaré desempacando para instalarme en un nuevo hogar... Sé que vienen nuevos tiempos, buenos tiempos...
Por lo pronto: Gracias Monterrey!
- Amaya

jueves, junio 15, 2006

Suposiciones

¿Qué habría sido de mí si hubiera nacido en otro mundo? Digamos en África, en alguna pequeña comunidad marginada y marchita, donde los niños son amigos de las moscas y las lombrices.
La voluntad no hubiera sido suficiente para superar las ataduras del hambre y de la miseria. O tal vez sí. La historia ha sido testigo de casos excepcionales. Pero yo, Amaya, ¿habría podido ser alguno de esos héroes y heroínas que luchan con éxito en condiciones adversas? Super hombres que rebasan el estiércol y la pudredumbre y se lanzan al cielo.
Escapar del aberrante mundo del Continente Negro con sus hambrunas, sus guerras civiles, sus niños-soldado, sus enfermos de sida, sus apartheids... Un mundo tan salvaje pero tan humano a la vez.
¿Qué habría sido de mí? Me lo pregunto casi con lástima al sospechar que el anonimato de la pobreza es la respuesta más probable. Una más de los miles de desnutridos con vientres inflados. La realidad me golpea y me hace ver la gracia de la suerte. ¿Justicia? ¿Injusticia? No lo sé. Sólo sé que estoy donde estoy porque alguien así lo quiso...
- Amaya

Espejos y Raíces

Mirarse al espejo y ver un camino brumoso. Un vestido de novia de color ocre y un olor al cajón del tocador de mi abuela. Unas perlas de señora que no van con la niña. Unos tenis viejos. Flores secas, naturaleza muerta. Fotografías familiares. Linaje que se esconde en las antiguas haciendas. Rostros curtidos. Retratos de gente desconocida y uno que otro revolucionario...
Son reliquias. Son recuerdos. Son historias. Son años pintados de sepia...
Espejo que refleja el camino andado de todo un árbol genealógico. La sangre que llevo en mis venas es la sangre de muchos. Llevo en mi frente los sueños de familias enteras. Sus éxitos, sus fracasos. Sus amores y desamores. Sus tristezas y sus alegrías. Sus viajes...
Llevo raíces. Llevo tierra en mis puños y cielo en mis ojos. Tengo lágrimas y diamantes. Yo, ya no soy sólo yo. Soy personas. Soy generaciones. Soy mundos. Llevo en mi nombre miles de nombres. Y eso, sólo con mirarme al espejo.
- Amaya

Celos

Es una ola de calor que va llenando tu cuerpo poco a poco. Es un taladro que va sin piedad al corazón. Es una piedra en la garganta. Un sabor amargo. Nos nubla la vista y nos tiñe de sangre los ojos. Bloquea el oído y le hereda un zumbido que no cesa. Se anida en la mente, se apodera de ella. Se incrusta en las neuronas y les inyecta imágenes grotescas. Nos tortura. Nos martiriza. Nos fatiga y se lleva hasta la última gota de cordura.
Lucha constante. Batalla ruin. Guerra en las entrañas... La razón sólo yace ahí, desangrándose lentamente sin esperanzas... Malditos celos, ¿qué han hecho de mí? Me han convertido en la antítesis de la luz. Nada más parecido a un ogro furioso. Una bestia salvaje, indómita. Un ser pasional y brutal a la vez.
Siento el pecho gangrenado y resulta ya imposible detener este veneno. Es como un cáncer, como una prisión. Un infierno. Punzadas de dolor me arrebatan esa paz que anhelo. La tranquilidad es ahora una utopía y la libertad tan sólo un sueño lejano.
Y sin embargo, todo el tormento podría borrarse en un instante con dos palabras de su boca. Con la magia del lenguaje...
- Amaya