jueves, septiembre 14, 2006

El espíritu (enfermo) de nuestra democracia II

El espíritu (enfermo) de nuestra democracia.
Por Lorenzo Meyer
(continuación...)

Los efectos del espíritu del miedo.

Michael Lerner, un rabino norteamericano empeñado en hacer frente a la derecha religiosa que hoy domina el debate y la política en Estados Unidos, interpreta el choque político y cultural de Occidente en los últimos milenios como una dicotomía: un enfrentamiento entre dos visiones del mundo y de la naturaleza humana, entre "la voz del miedo y la voz de la esperanza". Para este autor, en contraste con el "paradigma de la esperanza", el "paradigma del miedo" se nutre de una visión donde cada individuo está en lucha con el resto y donde la vida es vista como un combate de todos contra todos. Desde esta atalaya la seguridad individual, familiar, comunal y nacional, depende de imponer los intereses propios sobre los del resto, antes de que ellos se impongan sobre los propios. Para quienes se guían por esta visión, el egoísmo y no la generosidad es lo único que finalmente tiene sentido. En la práctica, afirma Lerner, es la derecha la que está mejor equipada para sacar provecho de un entorno donde el factor dominante es ya el miedo ("The Voice of Fear and the Voice of Hope", Tikkun, Vol. 21, marzo/abril, 2006, pp. 25-33). Lo anterior se aplica perfectamente al caso mexicano.
Un entorno donde domina el sentimiento de ansiedad y miedo -como fue el que crearon en ciertos sectores mexicanos la propaganda diseñada para el PAN por especialistas en campañas negativas como Dick Morris, norteamericano, y Antonio Solá, español (Proceso, 10 de septiembre, 2006)- bien puede afectar la capacidad de razonar, pues el temor lleva a que se dirija la atención colectiva a la supuesta amenaza y debilita la capacidad de asimilar correctamente la información. En ese ambiente, el individuo pierde capacidad de tolerancia, acaba por apoyarse en estereotipos y desarrolla animosidad a todo lo que es diferente. Tras revisar las últimas investigaciones en la materia, Leonie Huddy ha concluido que, por su naturaleza, el miedo tiende a perpetuarse, a retroalimentarse, especialmente si se fomenta por los medios de información y las dirigencias políticas ("Fear and How It Works: Science and the Social Sciences", Social Research, Vol. 71, No. 4, Invierno 2004, pp. 801-805). De nuevo, la generalización tiene su contraparte aquí y ahora.
Cuando el miedo político logra invadir partes fundamentales de la sociedad, la libertad simplemente se hace imposible y la violencia, dentro o entre las naciones, se convierte en un desenlace probable. En tal contexto, el mejor o único antídoto no es otro que una buena educación. Sólo esa educación y la información de calidad permiten a los ciudadanos llegar a ser realmente tales y actuar libres de prejuicios en vez de ser manipulados por quienes usan el temor como instrumento principal (Stanley Hoffman, "Thoughts on Fear in Global Society", Social Research, Vol. 71, No. 4, Invierno 2004, pp. 1023-1036). En este punto, el de la educación ciudadana, México tiene un gran flanco descubierto.
De persistir la atmósfera de temor y prejuicio que fue fomentada por y desde el poder en la campaña electoral del 2006, México va a vivir una democracia del miedo. Y eso es una contradicción insostenible, pues finalmente se trataría de un miedo a la democracia, una condena a mantener una atmósfera de tensión, de desasosiego, que

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