“Te chingó, te chingó…”
Esta es la frase que más he oído desde que a Alejandro se le ocurrió la maravillosa idea de gritar a los cuatro vientos que no tengo credencial de elector. Amigos, primos, colegas, conocidos y hasta mi propia madre me lo han repetido: “Ahora sí te chingó…”
Sufro cada que me lo recuerdan.
Dejen que les explique…
Alejandro y yo traemos un pique político bastante interesante. Cada que se presenta la ocasión de aplaudir a nuestro candidato preferido no tenemos ningún empacho en hacerlo, ni tampoco en vociferar las debilidades (y las porquerías) del adversario. Esta situación se ha convertido en una verdadera batalla en la que nuestro voto el próximo 2 de julio será la culminación de una etapa electoral bastante picante (todavía faltan las críticas una vez que el ganador tome la presidencia, jeje).
Resulta que el año pasado perdí mi credencial de elector. La verdad, no sé ni dónde quedó, pero era el pretexto perfecto para aprovechar la oportunidad de cambiar esa horrible foto donde salgo con cara de Elba Esther Gordillo y para actualizar mi dirección. Así es que durante las vacaciones de diciembre, me di a la tarea de realizar este trámite en el internacional puerto de Coatzacoalcos, Veracruz.
Fui al IFE, hice todo lo necesario y justo antes de salir me dijeron que tenía que pasar a recoger la credencial a partir del 15 de enero. ¡Demonios! El asunto se complicaba porque yo tenía que regresar a Monterrey antes del 9 de enero, por lo que mi credencial tendría que esperarme hasta la próxima vez que regresara a Coatza. Pues esa próxima vez es dentro de un par de días. “Por fin”, pensé, “ya no tendré que andar cargando el pasaporte para todos lados (vencido desde hace un año, por cierto)”. Ah, pero algo tenía que suceder en el camino hacia la ciudadanía plena. Al IFE se le ocurrió establecer que todas aquellas credenciales que no fueran reclamadas antes del 31 de marzo serían destruidas por LEY… Maldita suerte… Sólo unos cuantos días me separaban de convertirme de una Doña Nadie a toda una ciudadana con identificación oficial y con la calidad moral para poder emitir su voto.
Esta es mi triste historia. Ahora comprenderán lo que significa no tener la pinche credencial. Es el honor lastimado y la dignidad perdida.
Empiezo a creer que sí me chingó…
- Amaya
Esta es la frase que más he oído desde que a Alejandro se le ocurrió la maravillosa idea de gritar a los cuatro vientos que no tengo credencial de elector. Amigos, primos, colegas, conocidos y hasta mi propia madre me lo han repetido: “Ahora sí te chingó…”
Sufro cada que me lo recuerdan.
Dejen que les explique…
Alejandro y yo traemos un pique político bastante interesante. Cada que se presenta la ocasión de aplaudir a nuestro candidato preferido no tenemos ningún empacho en hacerlo, ni tampoco en vociferar las debilidades (y las porquerías) del adversario. Esta situación se ha convertido en una verdadera batalla en la que nuestro voto el próximo 2 de julio será la culminación de una etapa electoral bastante picante (todavía faltan las críticas una vez que el ganador tome la presidencia, jeje).
Resulta que el año pasado perdí mi credencial de elector. La verdad, no sé ni dónde quedó, pero era el pretexto perfecto para aprovechar la oportunidad de cambiar esa horrible foto donde salgo con cara de Elba Esther Gordillo y para actualizar mi dirección. Así es que durante las vacaciones de diciembre, me di a la tarea de realizar este trámite en el internacional puerto de Coatzacoalcos, Veracruz.
Fui al IFE, hice todo lo necesario y justo antes de salir me dijeron que tenía que pasar a recoger la credencial a partir del 15 de enero. ¡Demonios! El asunto se complicaba porque yo tenía que regresar a Monterrey antes del 9 de enero, por lo que mi credencial tendría que esperarme hasta la próxima vez que regresara a Coatza. Pues esa próxima vez es dentro de un par de días. “Por fin”, pensé, “ya no tendré que andar cargando el pasaporte para todos lados (vencido desde hace un año, por cierto)”. Ah, pero algo tenía que suceder en el camino hacia la ciudadanía plena. Al IFE se le ocurrió establecer que todas aquellas credenciales que no fueran reclamadas antes del 31 de marzo serían destruidas por LEY… Maldita suerte… Sólo unos cuantos días me separaban de convertirme de una Doña Nadie a toda una ciudadana con identificación oficial y con la calidad moral para poder emitir su voto.
Esta es mi triste historia. Ahora comprenderán lo que significa no tener la pinche credencial. Es el honor lastimado y la dignidad perdida.
Empiezo a creer que sí me chingó…
- Amaya
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