Ahora todo huele a humedad. Hay algunas vasijas y cacharros distribuidos por ahí con la única intención de guardar el agua de las goteras. En el techo puede verse con claridad un camino de gotas cristalizadas. La sal ha arrasado con tantas cosas. El óxido se apodera de las protecciones de las ventanas y del portón. Pequeños animalejos se aparecen de vez en vez por sorpresa. Los mosquitos se amontonan alrededor de los focos de la entrada. El olor a madera que perfuma la ropa de los cajones me recuerda la época en la que ahí viví. Cuando me encerraba en mi cuarto a escuchar música. Cuando pensaba en mi escuela y en mis amigos. Cuando escribía todas esas cartas. Cuando esperaba alguna llamada. Cuando empecé a atesorar recuerdos.
Al principio eran días de dunas de arena y después sólo quedaron esos vientos implacables a los que llamamos "nortes". Marea alta y olas gigantes que me atemorizaban al mirar por la ventana. Días de lluvia. Días de sol. Días de rebeldía adolescente.
Hoy regreso y me parece todo tan añejo y tan distante. Un remanso de paz. El origen de todo.
Hoy regreso y me parece todo tan añejo y tan distante. Un remanso de paz. El origen de todo.
- Amaya
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