martes, abril 22, 2008

...porque aún tengo la vida...

Hermosa, hermosísima canción de Joan Manuel Serrat. Creo que yo me quedo con el primer y el último verso. Disfruten...

Para la libertad, sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado que retoño
porque aún tengo la vida.

- Amaya

5 comentarios:

Anónimo dijo...

no estoy seguro, pero creo que la cancion no la escribio serrat... pero si es muy buena cancion

Anónimo dijo...

Gracias por recordarme a Serrat, que me ha acompañado durante casi toda mi vida, que es muy larga con sus poesías y canciones, unas propias y otras, como esta de Miguel Hernández, prestadas y musicalizadas de manera magistral.

Hoy puede ser un gran día...

Un abrazo.

Ernesto B.

Anónimo dijo...

oh, joan manuel y miguel hernández, fantásticos en verdad , que poemas y canciones, y cuantos bellos recuerdos.
gracias.
gloria a Dios en las alturas,
recogieron las basuras,
de mi calle ayer a oscuras
y hoy sembrada de bombillas. . .
se acabó, ahí os espero si quereis venir, pues es la noche y ya se van
nuestras miserias a dormir. . . .
en fin, tantas y tantas.

Amaya Marichal dijo...

Es todo un maestro, no? Mi favorita es la de "Señora":

Yo sé que no soy un buen yerno,
que soy casi un beso del infierno,
pero un beso al fin...
Señora...

Muy buena canción.

:)

Anónimo dijo...

Por los campos luchados se extienden los heridos.
Y de aquella extensión de cuerpos luchadores
salta un trigal de chorros calientes, extendidos
en roncos surtidores.
La sangre llueve siempre boca arriba, hacia el cielo.
Y las heridas suenan igual que caracolas,
cuando hay en las heridas celeridad de vuelo,
esencia de las olas.

La sangre huele a mar, sabe a mar y a bodega.
La bodega del mar, del vino bravo, estalla
allí donde el herido palpitante se anega,
y florece y se halla.

Herido estoy, miradme: necesito más vidas.
La que contengo es poca cosa para el gran cometido
de sangre que quisiera perder por las heridas.
Decid quién no fue herido.

Mi vida es una herida de juventud dichosa.
¡Ay de quién no esté herido, de quién jamás se siente
herido por la vida, ni en la vida reposa
herido alegremente!

Si hasta a los hospitales se va con alegría,
se convierten en huertos de heridas entreabiertas,
de adelfos florecidos ante la cirugía
de ensangrentadas puertas.

II
Para la libertad, sangro, lucho, pervivo,
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.