Eran gritos sordos que rebotaban en las paredes de mi cuarto. Había tanta furia y rencor en cada una de esas lágrimas, que sentía que me quemaban la cara. Sentía que el dolor de la injusticia se enraizaba en mi pecho y se deslizaba con gran rapidez a lo largo de todas las arterias, haciendo que el cuerpo se enardeciera cada vez más.
Tenía los ojos inyectados de reproches y miradas fulminantes. Los labios encendidos y deformados por la ira. Las venas exaltadas, como queriendo explotar y manchar de sangre esa prisión que tanto me atormentaba.
Todas esas descargas de odio ahora no son más que recuerdos de un pasado rebelde, de la época más injusta, pero también la más intensa e increíble de todas...
- Amaya
No hay comentarios.:
Publicar un comentario