“La venganza es una sopa que se toma fría y no caliente caballero”. Así le decía Kamel Nacif a su amigo francés en uno de los momentos más reveladores de las conversaciones telefónicas que se han difundido en gran parte de los medios de comunicación en relación al explosivo caso de la periodista Lydia Cacho. Así lo expresó el rey de la mezclilla, regodeándose como el peor de los sádicos de su gran venganza. El objetivo era que Lydia Cacho pagara por lo que le había hecho. Que sufriera. Que lamentara haber mencionado su nombre en el libro que publicó y en otros medios de comunicación. Y para ello, le mandó a las locas y a las tortilleras en un intento bastante reprochable de hacerla pasar por la peor humillación y la peor de sus pesadillas…
Olvidémonos por un breve instante de la naturaleza oscura de los acontecimientos; del espionaje telefónico; de los aprietos por los que está pasando el Gober precioso y la Puebla revolucionaria; de las bellísimas botellas de coñac; del lenguaje soez del empresario; de la red de tráfico y pornografía infantil; y de los personajes involucrados en esta historia que bien podría encontrarse en cartelera. No es que estos asuntos no sean importantes, al contrario, hay que abordarlos con seriedad y compromiso si queremos que este país funcione. El asunto, sin duda, presenta varias aristas. Sin embargo, en esta ocasión me interesa analizar, aunque sea someramente, el aspecto psicológico del caso.
Dice el reconocido psicólogo alemán Erich Fromm que la venganza es una de las diferentes formas de violencia que existen en el ser humano. Según esta tesis, la venganza se da tanto en sociedades primitivas como en las civilizadas, pero se presenta en diferentes niveles según el grado de madurez del individuo. En este sentido, el individuo que vive productivamente no siente la necesidad de la venganza, o por lo menos, la siente muy poco.
Según Fromm, las experiencias clínicas demuestran que las personas maduras y productivas son menos impulsadas por el deseo de venganza que las personas neuróticas que encuentran dificultades para vivir independientemente y con plenitud. ¿Será este el caso del empresario Kamel Nacif? Podría ser… En todo caso, me parece que el rencor que se percibe en las conversaciones no es casual. La misoginia y la arrogancia tampoco lo son.
Lo trágico del asunto es que Kamel Nacif no es una excepción a la regla. Considerando la forma en que se dieron los hechos, me doy cuenta que, lamentablemente, todo esto forma parte de un fenómeno más grande en el que se encuentra inserto el mundo de la política, del narcotráfico, de la delincuencia y otros sectores de la sociedad en general, en mayor o menor grado. Todos estos círculos generan violencia por actitudes cesaristas, por frustraciones, por desquites, por egoísmos…
Cabe señalar, que a diferencia de la violencia reactiva (aquélla en la que se ve amenazada la vida y se actúa en defensa propia), en la violencia vengativa el “daño” ya ha sido hecho, por lo tanto la violencia no tiene una función defensiva, por lo que es irracional y puede rayar incluso en lo patológico. Esto es, la venganza no sirve para nada, sino para perpetuar un círculo de violencia inútil. Habrá quienes la justifiquen para defender la dignidad. Pero yo creo que si hay algo más opuesto a la dignidad, ese algo es la violencia.
Como diría Fromm, somos seres humanos, con errores y con aciertos. Pero si nuestro objetivo en la vida es trascender y ser individuos íntegros, entonces el camino es el de la maduración, de la reflexión, de la productividad, del humanismo. Los individuos autónomos, comprometidos con la sociedad y con una conciencia plena de sus acciones, no pierden el tiempo en hacer que los demás paguen por lo que les pasa. En cambio, se concentran en seguir adelante. Y esto significa evitar depositar las frustraciones en los demás y formar una espiral de confrontaciones sin sentido.
Olvidémonos por un breve instante de la naturaleza oscura de los acontecimientos; del espionaje telefónico; de los aprietos por los que está pasando el Gober precioso y la Puebla revolucionaria; de las bellísimas botellas de coñac; del lenguaje soez del empresario; de la red de tráfico y pornografía infantil; y de los personajes involucrados en esta historia que bien podría encontrarse en cartelera. No es que estos asuntos no sean importantes, al contrario, hay que abordarlos con seriedad y compromiso si queremos que este país funcione. El asunto, sin duda, presenta varias aristas. Sin embargo, en esta ocasión me interesa analizar, aunque sea someramente, el aspecto psicológico del caso.
Dice el reconocido psicólogo alemán Erich Fromm que la venganza es una de las diferentes formas de violencia que existen en el ser humano. Según esta tesis, la venganza se da tanto en sociedades primitivas como en las civilizadas, pero se presenta en diferentes niveles según el grado de madurez del individuo. En este sentido, el individuo que vive productivamente no siente la necesidad de la venganza, o por lo menos, la siente muy poco.
Según Fromm, las experiencias clínicas demuestran que las personas maduras y productivas son menos impulsadas por el deseo de venganza que las personas neuróticas que encuentran dificultades para vivir independientemente y con plenitud. ¿Será este el caso del empresario Kamel Nacif? Podría ser… En todo caso, me parece que el rencor que se percibe en las conversaciones no es casual. La misoginia y la arrogancia tampoco lo son.
Lo trágico del asunto es que Kamel Nacif no es una excepción a la regla. Considerando la forma en que se dieron los hechos, me doy cuenta que, lamentablemente, todo esto forma parte de un fenómeno más grande en el que se encuentra inserto el mundo de la política, del narcotráfico, de la delincuencia y otros sectores de la sociedad en general, en mayor o menor grado. Todos estos círculos generan violencia por actitudes cesaristas, por frustraciones, por desquites, por egoísmos…
Cabe señalar, que a diferencia de la violencia reactiva (aquélla en la que se ve amenazada la vida y se actúa en defensa propia), en la violencia vengativa el “daño” ya ha sido hecho, por lo tanto la violencia no tiene una función defensiva, por lo que es irracional y puede rayar incluso en lo patológico. Esto es, la venganza no sirve para nada, sino para perpetuar un círculo de violencia inútil. Habrá quienes la justifiquen para defender la dignidad. Pero yo creo que si hay algo más opuesto a la dignidad, ese algo es la violencia.
Como diría Fromm, somos seres humanos, con errores y con aciertos. Pero si nuestro objetivo en la vida es trascender y ser individuos íntegros, entonces el camino es el de la maduración, de la reflexión, de la productividad, del humanismo. Los individuos autónomos, comprometidos con la sociedad y con una conciencia plena de sus acciones, no pierden el tiempo en hacer que los demás paguen por lo que les pasa. En cambio, se concentran en seguir adelante. Y esto significa evitar depositar las frustraciones en los demás y formar una espiral de confrontaciones sin sentido.
- Amaya
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