Cuando lo ví sentí náuseas, pero no sólo eso. Sentí una profunda tristeza por él, por mí, por México. Envuelto en plástico deambulaba con una sonrisa, como un niño travieso. Una manifestación de la APPO, vendedores de discos, un matrimonio, niños corriendo, árboles y una tarde fría convivían con ese vagabundo que tanto impacto causó en mí. El fétido olor lo convierte en un marginado...
¿Cuándo cambiará su situación? ¿Quién le ofrecerá un baño? ¿Quién lo redimirá? ¿Quién le dará un momento de felicidad? ¿Quién le dará la mano sin miedo a ensuciarse y sin hacer una mueca de disgusto? ¿Quién lo integrará a esta sociedad? A esta sociedad que huele más a pudredumbre que ese hombre. Tal vez prefiera quedarse en su mundo...
Ese hombre me marcó. Me sorprendió. Me hizo encabronar por las injusticias de este mundo. Me provocó el llanto interior. Me conmovió. Me tomó de las entrañas y que hizo querer dejarlo todo y ofrecerle con gusto un baño... un simple baño!! Quise ayudarlo... pero no lo hice... en vez de eso seguí caminando y aunque mi mente no soltaba su imagen, preferí cerrar los ojos y volver a mi cómoda vida... Y me acordé de una frase:
"Nadie puede ayudar a todos, pero todos pueden ayudar a alguien".
- Amaya